TROTSKY, LEÓN
ochenta años de su muerte, cuando el capitalismo atraviesa una de sus mayores crisis y la transformación socialista cobra nueva relevancia y urgencia, los escritos de Trotsky son un arma cargada de futuro. Volvemos a ellos una y otra vez para encontrar inspiración y explicaciones.
La lucha del marxismo por lograr una influencia decisiva en el movimiento obrero no responde a una visión sentimental. Por el papel que juega en la producción de mercancías y en la división internacional del trabajo, solo la clase obrera tiene la capacidad y dispone del potencial revolucionario para derrocar el Estado capitalista y organizar la sociedad sobre bases radicalmente diferentes.
La historia ha dejado claro una y otra vez que la burguesía necesita a los trabajadores para hacer funcionar su sistema no solo en los períodos de mayor prosperidad, también en las épocas de crisis y descomposición. Un hecho objetivo que se ha vuelto a confirmar durante la pandemia de la covid-19, refutando de paso a los que llevan décadas teorizando sobre la supuesta desintegración de la clase obrera y su desaparición como sujeto principal de la transformación social.
Sí, la burguesía nos necesita, pero los trabajadores podemos prescindir perfectamente de los capitalistas. Nada justifica que tengamos que soportar un modo de producción en el que una minoría de explotadores propietarios de los grandes medios de producción y la banca obtiene beneficios obscenos extendiendo la desigualdad, el desempleo y la exclusión. Un orden social y económico que hace mucho eliminó la «libre competencia» colocando al mundo bajo la dictadura del capital monopolista y financiero, y que ha reducido países enteros a escombros para que los consorcios imperialistas se apoderen de nuevas fuentes de riqueza, materias primas estratégicas y zonas de influencia. Cuando caminamos hacia un desastre de consecuencias incalculables, el poder de la clase obrera para construir una sociedad igualitaria se presenta como la única opción.
Es mil veces falso que no exista alternativa al caos capitalista. Si las fuerzas productivas estuvieran sometidas a un plan racional que buscara satisfacer las necesidades sociales, y no fueran un instrumento de acumulación en manos de una élite parasitaria, las cosas serían muy diferentes. La nacionalización de las palancas decisivas de la economía y la puesta en marcha de la planificación socialista mediante la cooperación, la gestión y el control democrático de los trabajadores, no solo acabaría con el desempleo de masas, la precariedad, la falta de vivienda o de servicios sociales básicos
, conquistaría la democracia y la libertad plena para el conjunto de la humanidad.
Tanto en los sindicatos como construyendo el partido revolucionario, la tarea de los marxistas consiste en elevar el nivel de combatividad y cohesión de la clase obrera defendiendo este programa socialista consecuente. Pero este proceso no es lineal, mecánico o exento de dificultades.