RAMÓN, ESTHER
La orografía de este poemario es la de un campo lleno de limo, de arrastre del existir: pérdida y avance; desgarro que acaso obtenga devenir de ganancia. Conviven en sus poemas el «rostro borrado» de «lo que se engarza» y alcanza su unidad y el rastro de esas «telas sin tejer», de las amputaciones; hermosos árboles atrozmente talados. La mirada frontal al sin más de la pérdida. Sin embargo, aunque «Perdimos lo intacto», «lo intacto nos despierta cada mañana con dedos mojados». Esta preciosa modalidad de remanencia de la infancia parece indicarnos que solo la conciencia del exilio primigenio puede electricar nuestra opción diaria y adulta de Ser.