BOYE, KAREN
La poesía de Boye fue calificada, ya en vida de la autora, de fría y abstracta. No deja de ser extraña esa calificación en el caso de una escritora cuya fuente de inspiración habían sido siempre escritores que propugnaban una batalla contra el racionalismo moderno y buscaban investigar en fuerza interiores irracionales: Schopenhauer, Nietzsche, Freud, los surrealistas; su vida misma se vio zarandeada por intensísimas conmociones psíquicas y espirituales. Igualmente cuestionable es su afiliación al llamado modernismo literario, un vago movimiento presente en toda Europa de búsqueda de nuevos caminos de libertad expresiva y de ruptura con la tradición lírica y con el propio sujeto poético, bajo la influencia de la poesía simbolista, las traducciones de poesía de Extremo Oriente y la obra de James Joyce. En los países nórdicos ese modernismo, muy influido por una determinada lectura poética de la obra de Nietzsche dio lugar a una figura central: Edith Södergran, la poeta sueco-finesa, cuya obra influyó sin duda en los tres primeros libros de poemas de Boye. El modernismo trae consigo la normalización del verso libre, que ya había sido utilizado en la literatura sueca por Strindberg, Ola Hansson y Vilhelm Ekelund, otro poeta que influyó mucho en la poesía primera de Boye. Pero la obra de Karin muestra su propia particularidad y originalidad, que hacen dudosa su adscripción completa y concluyente a ese movimiento literario.
La poesía de Boye sorprende por su contenido existencial, de búsqueda de sentido, a veces en un plano religioso y otras en un plano claramente laico; eso la hace muy distinta a la obra de otros escritores coetáneos suyos. La presencia de una escisión interior es muy habitual en sus poemas, producida por algún conflicto interior, moral o espiritual. Sus poemas muestran además la influencia por diversas corrientes religiosa y espirituales: budismo, cristianismo, paganismo escandinavo