STRAUSS, BOTHO
Un grupo de personas de clase social media alta se encuentran en la preinauguración de una exposición de arte, titulada Realismo capitalista, para comentar una exposición pictórica dirigida por uno de ellos. El organizador ha colocado obras que en sí mismas no dialogan entre sí artísticamente pero él quiere hablar justamente de esta incomunicación del ser humano y usa esas obras como metáfora. El espacio de la exhibición, un salón del Círculo de Bellas Artes, pasa a ser un museo figurado de personajes confusos que componen un paisaje tan adusto como el conjunto de naturalezas muertas en las que se integra. En ese entorno, los personajes conversan de su mundo personal, casi de modo neurótico, contando pequeñas miserias, dejando el arte en un segundo plano. De igual manera que al observador de un cuadro algo le llama la atención, las personas asistentes llaman la atención sobre sí mismas: se ven realmente unas a otras, se convierten en el centro de la exposición. El autor divide los encuentros en muchas escenas cortas: nos plantea momentos en los que las personas sienten que su vida es un absoluto absurdo en