STRAUSS, BOTHO
El abandono de su pareja sume al protagonista de La dedicatoria en un proceso de derrumbamiento al que sólo la escritura sirve de agarradero. Pero lo que escribe no es tanto una crónica de ese derrumbamiento como la más extraña y peregrina carta de amor que quepa imaginar.
Ni los sentimientos ni mucho menos la pasión pintan apenas nada en estas páginas. Menos aún el apremio ni la desgarradura sexual. A lo que se resiste Richard con todas sus energías es a interrumpir la conversación que mantenía con Hannah, en el bien entendido de que esa conversación constituía el continuum de su existencia, de su propia conciencia, y no solo de la relación misma. Ignacio Echevarría, en el prólogo.