ROUSSEAU, JEAN-CLAUDE
Haber encontrado el encuadre justo, escribe Jean-Claude Rousseau, es reconocer el lugar de la desaparición. Lo escribe en una de sus notas sobre el cinematógrafo, reunidas en este libro como un conjunto de haikus o impecables miniaturas. Rousseau es un cineasta rarísimo. Entra en el cuadro para desvanecerse en él, se sienta y espera que las cosas se revelen a su mirada, se queda quieto. Sigue el ejemplo de la paciencia de las cosas. No elige un tema, no se aferra a un motivo, no escribe guiones. Rousseau hace del encuadre el inicio de un proceso de disolución, en el que la mirada alcanza la potencia de la visión y llega, finalmente a ver.
Rousseau como un espléndido ansiolítico, una noche boca arriba con los ojos colgados de los astros, la premonición de un advenimiento y todos, todas las estadísticas en fuga.
Léase este libro como un canto de amor, te diría al oído.