JIMENEZ CID, ALEJANDRO
Dragon Ball es un fenómeno insoslayable en la cultura popular de nuestro tiempo. Notoria por su incorrección política y su falta de pretensiones educativas, esta franquicia japonesa fascina por igual a los niños de las nuevas generaciones y a los adultos que crecieron viendo pelear a Goku en las cadenas autonómicas; ha devenido en todo un emblema de la cultura friqui, punta de lanza del movimiento otaku que triunfa en Occidente. ¿Qué tiene, entonces, de especial Dragon Ball? ¿Qué hay detrás de su humor gamberro, sus combates de dimensiones apocalípticas y su delirante cosmogonía de dioses y alienígenas empachados de esteroides? Este ensayo ofrece una respuesta radical: la serie, al igual que gran parte del fenómeno manga, debe su éxito a que apela a nuestro sentido de lo épico. Es una actualización de la Ilíada, un Ramayana traducido a la sensibilidad de los tiempos que corren: los de la globalización y la competición de los mercados, los del acoso de los mass media en lucha constante por la atención del espectador/consumidor/usuario, náufrago en un mar de pantallas. Por eso, sabiendo leer el subtexto de las hiperbólicas aventuras de Goku, no solo podremos aprender mucho sobre nuestra sociedad, con sus grandezas y sus miserias, sino (re)definir los contornos de la épica, considerándola más como una pulsión cultural que como un género literario. Tanto Dragon Ball como las demás sagas shonen que han venido después, cada vez más partícipes de la ética y la
estética de los videojuegos, no hacen sino ocultar bajo un nuevo disfraz el discurso poético más viejo del mundo: son epopeyas para la era del exceso.