MONTANÉ KREBS, BRUNO
En palabras de Miguel Serrano Larraz, «la poesía de Bruno Montané Krebs es al mismo tiempo una trinchera y una tregua. Es decir, una brecha en la realidad que forma parte de la realidad misma. Los que sólo relacionen su nombre con aquel mitificado grupo de poetas infrarrealistas que rescató del olvido Roberto Bolaño, se sorprenderán al no encontrar a un poeta apocalíptico y deslenguado, sino a un buceador que cartografía la profundidad con pasos delicados y vacilantes. La poesía de Montané recuerda más a la de Emily Dickinson, o a la de San Juan de la Cruz, que a la de Walt Whitman o a la de Allen Ginsberg. Sus versos no anuncian la destrucción sino la búsqueda. Sus imágenes no son tan sorprendentes como inevitables. Las palabras de este libro tienen ya treinta años, pero se imponen al lector desde el tiempo de la revelación, de la vida fugaz e indestructible. Bruno Montané Krebs es un poeta bueno. No se me ocurre un adjetivo que lo defina mejor».