CATURELLI, CELIA
A diferencia de su libro anterior, Cantos del carnicero, que echaba raíces en la tradición hispánica, las presentes 91 meditaciones entroncan con la más sufrida poesía alemana del siglo XX. No se trata de un vuelco arbitrario, sino de un itinerario análogo al de la experiencia, ya que Celia Caturelli vivió en la ciudad de Córdoba durante los años más violentos de la historia argentina y, posteriormente, desde hace más de dos décadas, se radicó en Berlín. Este desplazamiento hizo de ella una persona bilingüe: el alemán es su lengua cotidiana, la de las lecturas y las lecciones, incluso la lengua del hogar, en tanto el castellano constituye la lengua de la memoria, la reservada para la poesía. Hay, sin embargo, vasos comunicantes entre los dos ámbitos, como lo prueban tanto su fecunda lectura de Paul Celan como sus traducciones de la poesía de Rose Ausländer y de Gertrude Kolmar. En el pasaje de los Cantos (con mayúscula) a las meditaciones (con minúscula) la escritura de Celia Caturelli ha dejado atrás todos los signos que denotan énfasis; toma ahora la senda de la antielocuencia, de la concentración, de la desnudez extrema. También el silencio cobra una nueva dimensión en las meditaciones: próximo al silencio pobre de la plegaria, pauta el repliegue del verso a la palabra y de la palabra a la sílaba, cavando a la busca de la resonancia más íntima de cada vocablo. Esta reducción a los elementos primarios -a los átomos de la significación, por así decirlo- se percibe también en las imágenes: siempre esenciales, buscando constantemente la fricción de los contrarios, al modo heraclíteo, para liberar la energía del dolor, denso ahora de proyección simbólica, entregando la experiencia de una vida rica en enigma y pasión.