PERERA, JOSÉ MIGUEL
(extracto)
No justificaré ningún abrazo a la boca de mis alucinaciones, ni expondré en las prescritas reuniones ningún secreto de las hormigas que recorren los traseros trozos de mis brazos.
En el an~o III después de la violencia, me dedicaré a sustituir los brazos por las manos acusadoras de cualquier especie inexistente, para acabar con las lenguas violetas de tanta pulida manifestación en mis paludismos.
Cuando haya que comer, miraré los brotes de las melancolías que están diciendo desde un mañana figurado exactamente en cada una de las expulsiones de mi cuerpo presente. Y también, cuando haya que comer sincero, llegarán hasta mis partes bajas de la lengua todos los retretes que entendí en cada una de las caras que me trasquilaron mis desvergüenzas para incorporarme a la vida de los muertos [
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No hay catástrofe en los silencios de los nacimientos, y menos en el momento en que el café sin gusto se derrama sobre el rostro nuevo de la violencia de los an~os de la inutilidad. Su pelo inexistente y próximo declinará cada uno de los dientes de ajo puestos en sus precipicios, y la amargura procederá al ritual arisco de la alimentación de los pechos detestados de las madres jóvenes.
Estoy viendo ilusas gargantas formadas por cuerpos de mujer desnudos y sin lengua, y sin labios inferiores, con cierta inclinación a las posteriores visiones de la desesperanza. Pero la maldición de las familias no es motivo de asuste ni tan siquiera para todos los vecinos que rodeaban las murallas con la finalidad temible de que las camas llenas de papeles borrados ardieran como todas sus llamaradas auditivas en las mañanas de algunos conciertos de violines de viento [
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