CASTRO, EUGENIO
Cautivar la mirada, diferir lo abierto. Dos consecuencias que se extraen del fenómeno «pantalla» y que desembocanen otra más genérica: hurtar experiencia. Arrojados a la celda en que se ha convertido desde hace ya mucho tiempo nuestro entorno y nuestra propia casa, la pantalla nos aparta cada vez más de la intemperie, de cuyo peligro hebía sacado siempre su fuera y su valor; y de la desprotección, poniendo siempre en juego su instinto de conservación. Porque para la cultura de la técnica, la noche tiene que ser conjurada a toda costa, tiene que ser neutralizada su promesa de desorden (su contra-orden femenino) y civilizada su compleja «inhumanidad».