Los tres tomos de la poesía reunida en 3 tomos que abarcan desde 1994 a 2023: La respiración del mundo, La voz de la Herida y La soledad.
Eduardo Moga (Barcelona, 1962) es poeta y escritor, licenciado en Derecho y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Ha publicado diversos poemarios, como La luz oída (premio Adonáis, 1996), Las horas y los labios (2003), Cuerpo sin mí (2007), Bajo la piel, los días (2010), Insumisión (2013), El cora-zón, la nada (Antología poética 1994-2014) (2014), Muerte y amapolas en Alexandra Avenue (2017), Mi padre (2019), Tú no morirás (2021) y Hombre solo (2022). También ha publicado diarios (Expón, que algo queda, 2021), libros de viajes (Americaneando. Un viaje por los Estados Unidos después de Trump, 2023) y ensayos (Lector que rumia, 2023). Practica la crítica literaria en revistas como Letras Libres, Cuadernos Hispanoamericanos, Qui-mera y Turia, entre otros medios. Codirigió la colección de poesía de DVD Ediciones desde 2003 hasta 2012. Dirigió la Editora Regional de Extremadura y coordinó el Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura entre 2016 y 2018. Mantiene el blog Corónicas de Españia (eduardomoga1.blogspot.com.es).
La poesía de Eduardo Moga es la extenuación de la nada que somos y, a la vez, la necesidad apremiante de nombrar el mundo, como los cronistas de Indias, un mundo que se desborda permanentemente delante de nosotros. Existencialismo es un término que le cuadra, pero que también se antoja insuficiente y vago. No hace falta decir que esta poesía nos golpea en la frente con el reloj de arena barroco, con la vanitas. Sin embargo, si hablamos únicamente de existencialismo, decimos poco. La poesía de Eduardo es, sobre todo, una poesía fenomenológica. Primero porque arranca de una conciencia encarnada, porque explora los abismos de la identidad a partir de sensaciones que recibe un yo absorto. Sensaciones corporales y viscerales. Se piensa a partir del cuerpo, que también es observado, pensado como viviente, entre los alquitranes vinosos de la soledad: «Lo que soy / crece en este cuerpo individual, / abastecido por un corazón escéptico / cuyo destino es la ceguera». Luego es cierto: poseemos cuerpos y actuamos a través de ellos, en sus frágiles corazas resuenan los sonidos y estallan los colores. No se trata de máquinas que registran sensaciones. El cuerpo dice la existencia. Abrimos los ojos y hurga en nuestra carne la espátula de la luz.