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RESONANCIA

RESONANCIA

JACKSON, RICHARD

8,00 €
IVA incluido
En stock
Editorial:
KRILLER 71
Año de edición:
2014
Materia
Poesía - occidente
ISBN:
978-84-940414-9-5
Páginas:
158
Encuadernación:
Otros
8,00 €
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Colección de poemas del poeta norteamericano Richard Jackson, reconocido con el galardón Orden a la Libertad por su trabajo humanitario y literario en los Balcanes. Convivencia fluida de lenguajes (historia, arte, física, biología), tiempos y espacios en un verso de largo aliento que se sustenta en el poder de la metáfora, el pensamiento analógico y los “signos de alto voltaje del amor”. “Es cierto. El río subterráneo que pasa por debajo el Nilo (de Jackson) es seis veces mayor. Muchos afluentes se han unido a él y fortalecido voz. Sí, esto es lo que les hace a sus contemporáneos. Tú, tierno, sabio, herido, generoso hijo responsable, tu melodía es inequívocamente tuya ¿Nos has devorado?¿También nosotros fluimos?” –Tomaž Šalamun.



Doble multa en zona de obras

Nadie tiene tanta confianza en sí mismo como un mal poeta
-Marcial

Leer un mal poema es como tener un mal sueño. No puedes
hacer que te devuelvan el dinero. A ese crítico, por ejemplo,
le han molestado particularmente los poemas de Richard Jackson.
Por ejemplo, el poema titulado “Doble multa en zona de obras”.
Es un poema de amor, no de guerra, pero no lo sabremos hasta el final.
Fíjate cómo intenta distraernos al comenzar el poema con cierto elán
cosmopolita en una cafetería de ciudad europea hablándole a su amigo
esloveno, Boris, de los niños a los que clavaron a las puertas de la aldea
cerca de Srebrenica y que los serbios dejaron como señal de aviso antes de acabar
con todos los hombres. Observa la simpleza con la que predispone al lector:
una bonita descripción de la clientela, aquel radiante reflejo de la luz que emana
del río y deambula por la ciudad, según dice, como un curioso turista
(un triste símil que de todos modos debemos olvidar).Y luego el tema de los niños.

Vaya, que quién quiere escuchar ese tipo de cosas- ocurrió hace diez años.
Mientras tanto hemos viajado a las lunas de Júpiter, a los anillos de Saturno, Marte.
Tenemos Coca-Cola de Vainilla, por el amor de Dios. Coca-Cola de Limón. Y piensa
cuántos Premios de la Academia se han entregado, algunos por buenas películas.
Pero Jackson ignora todo eso- observa los siguientes versos- ni siquiera
escribe con ningún tipo de métrica reconocible – versos en donde va dejando
algunas de sus interminables imágenes cósmicas- estrellas, lunas, nubes, viento,
para rellenar esas pocas palabras que siguen, porque, creo que tú también puedes notarlo,
está intentando ganar tiempo pensando en algo profundo que decir,
probablemente citar a algún enigmático filósofo griego como Parménides,
sobre la esencia de lo que permanece siempre oculto, lo cual, entendemos,
significa que realmente no comprende lo que dice y le echa la culpa
a un pobre y difunto griego. Y acaso piensa que de algún modo esas imágenes
nos predispondrán para presentarnos a su amada. Pero antes de que puedas pensar en eso
ya nos ha soltado algún contexto histórico, quizás el viaje de Magallanes
alrededor del mundo, y después, algún tipo de autorreflexión sobre su estilo.
Vaya, que intentar seguirle es como leer el eslogan de las líneas aéreas danesas:
“Recogemos sus maletas y se las enviamos en todas las direcciones.”

Y qué crees que quiere decir cuando cita a Arquímedes:
“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo.”
Vaya, que hay egos y hay egos. Es el tipo de persona que reza
para preguntarle a Dios qué es lo que Dios necesita. Y tienes la sensación
de que todos esos disparates están ahí para predisponerte a algo.
Por eso, las sombras de sus poemas han estado conspirando todo el día.
Y es que no se puede barrer todo esto hacia la calle del modo en que él
lo hace, escabulléndose de sus quehaceres cuando cree que nadie le mira.

Y tampoco puedes ahogar tus penas en ellos, aunque al cruzar la esquina, a unos pocos
versos, cada palabra embriagada agarra su botella rota como si fuese un cuchillo.
Lo cual me recuerda a ese amor desmedido que tiene Jackson por los vinos italianos. Bueno,
ya basta de todo esto, pero antes permíteme que te mencione el famoso dicho de Oscar Wilde:
“El trabajo es la maldición de la clase bebedora.” Y no quisiera ser
demasiado indiscreto, porque esto es, después de todo, una crítica de calidad,
pero es que el tipo tiene un problema de pelo. Vaya, que los peluqueros
no le cobran por cortárselo, sino que le cobran por buscárselo.
Incluso su amada se ha dado finalmente por vencida de hacer algo al respecto.

Pero lo que realmente sí que me molesta son estos versos que vienen ahora
donde no se lo piensa dos veces antes de darte un golpe bajo- como cuando te insinúa
que alguien que tú conoces está en las últimas. Ya ves, como
si no pudiéramos distinguir la verdad de la ficción, ¿o qué? Así que para confundirnos,
nos suelta unas cuantas imágenes surrealistas indescifrables como
“Los sonidos de planetas lejanos en el funeral.” Tiene tanto sentido
como llamar a tu perro “Manchas.” O dice algo que espera
que consideres que es inteligente, como aquellos versos sobre las teclas del piano,
que están siempre en obras. O las carreteras, siempre desafinadas. Estúpidas yuxtaposiciones.
“Es un mundo extraño”, dijo W.C. Fields, y nos vale también para este poema,
y como Fields continúa diciendo: “Uno está con suerte sin sale vivo de ésta.”

Vaya, que la verdad, es tan burgués. Escucha estos versos: “El amparo
se asfixia en los vagones como esas ranitas que encontré una vez
de niño – muertas en el tarro porque se me olvidó agujerear
la tapa.” ¿Se supone que debemos conectar esto con aquella masacre
de Srebrenica? No me lo creo. Me pregunto si alguna de estas cosas ocurrió de verdad.
El comentario de Mark Twain es aquí pertinente: “He vivido una larga vida y
he pasado por muchos momentos difíciles… la mayoría de los cuales nunca ocurrió”. ¿Y no te has dado cuenta de lo bien que le vienen las coincidencias a este poema? Como esta historia que viene ahora sobre el encuentro con unos cazadores que arrastraban un enorme venado a través

de los bosques y él se pregunta cuáles debieron ser sus últimos pensamientos, y después aquello de que su padre odia cazar pero que ama los bosques, así que siempre dispara
al aire. ¿Se supone que tenemos que creernos todo esto? ¿Se supone que está jugando
con la palabra venado y venerado, y claro, con su palabra favorita corzo/ corazón? Vaya, que
¿a qué clase de mujer después de Shakespeare enamoraría con todo eso? Ésta es
la clase de poema que prueba que las cosas pueden, después de todo, existir en la nada.
Vaya, que es como adentrarse en el sueño de otro y perderse.

Después lo intenta unir todo con una de sus muchas abstracciones
personificadas, como aquella tan mala: “Ahora lo que aletea es el miedo”.
Versos como esos son los que me hacen querer decirle que siga
el viejo adagio: “Si no lo consigues a la primera, quizás lo tuyo es el fracaso”.
Algunos de sus poemas quizás se salven si se traducen a algún idioma
en el que nadie entienda sus fallas o simplemente
suene mejor, pero es que este poema es básicamente intraducible, incluso al español.

Y claro, lo que sigue ahora es una digresión más de este poeta garrulo:
el inevitable juego de palabras para sublimar la idea de la muerte al mismo tiempo
que el propio poema comienza a desfallecer, es decir, a llegar a algún tipo de final
lacrimoso. Así que nos dice que enterrar, por ejemplo, originalmente significaba
sólo dar cobijo. Y que meterse en una escaramuza significaba originalmente
meterse en una pelea de jinetes o soldados a caballo. ¿De dónde
le vienen estas imágenes- se supone que el venado nos tiene que recordar
al padre cazando? ¿Se supone que tiene que ser una referencia a la amada,
a quien se intenta dirigir en todo momento? ¿Por qué? ¿A quién le importa?
Él espera que todo esto te distraiga del hecho de que el poema en realidad
no tiene final, quizás tampoco tema. Es como ponerse en la cola de un banco
detrás del tipo con el pasamontañas, y no darse cuenta; o comer en un restaurante
donde el antiácido es un tipo de guarnición. Y todos esos detalles son
como los cereales de desayuno que vienen en tantos colores como los trajes de poliéster
que llevan puestos algunos predicadores. Oye, esa no es una mala imagen, ¿verdad?
Quizás yo también deba intentarlo con esto de la poesía. ¿Quizás yo también pueda
encontrar a alguien a quien llamar amada? Yo puedo ser tan evocador como Jackson.
Escucha: Puedo ver cómo la luz de la luna se estremece en la superficie del lago,
por un lado para decir cuán frío está el universo, pero por otro lado para decir que no
estamos solos, que con cada palabra que usamos, el miedo que se ovilla en los
armarios de nuestras historias, es también el lejano murmullo de las estrellas.
Ya ves, cualquiera puede hacerlo. Y yo sólo estoy empezando.
Tengo tantas líneas como un cocainómano. Me entiendes, ¿no?
Oye, espera un minuto, que se me ocurre otra, pero ¿adónde vas?

*

RICHARD JACKSON es autor de diez libros de poemas, incluídos Resonance (2010, Premio Eric Hocher), Half Lives: Petrarchan Poems (2004) y Unauthorized Autobiography: New and Selected Poems (2003). También es autor de los libros de crítica Dismantling Time in Contemporary American Poetry (Premio Agee), y Acts of Mind: Interviews With Contemporary American Poets (Choice Award). Traductor del esloveno, ha recibido el galardón Orden a la Libertad por su trabajo humanitario y literario en los Balcanes. En el año 2009 ganó el premio Nacional George Garret por su labor dedicada a la enseñanza y a la difusión de las artes. Enseña escritura creativa y poesía en la Universidad de Chattanooga, Tennessee.

Kriller71 ©

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