El canibalismo ritual consiste en apropiarse del poder del otro. Un ejercicio de metonimia aplicado a la carne, las posesiones o el nombre. Tomar la cabellera, el caballo o el nombre del derrotado para, no solo ganar su lugar, sino obtener su poder, su mundo. Nosotros, ahora pendientes de una individualidad tan frágil como nerviosa, del otro tomamos la imagen.
Pareciera que por los ojos viviéramos más y más rápido. Es como si las pantallas nos hubieran convertido en dispositivos, en una extensión que valora las imágenes y estas nos valoran a nosotros. En lo que cuesta leer estas líneas se producirán tantas imágenes como las que un/a anciano/a habrá visto a lo largo de su vida.
Al apoyarnos en el ojo, nuestro diálogo cambia. El otro es una figura; la familia, un álbum; el momento irrepetible, una foto en el móvil que se perderá entre otras. Padecemos de incontinencia fotográfica, donde, a veces, no es tan importante la foto, como el gesto de hacerla para que los demás se percaten de que valoramos el momento. Gesto tras gesto, unas imágenes esconden a otras y el tiempo que les podemos dedicar cada vez se acerca más a cero. Esta velocidad del ojo es estimulante y permite que admitamos una fórmula de tránsito entre imágenes hasta la sobrecarga, que, de tan habitual, ha pasado a ser casi transparente. Pronto llegará la melancolía por las primeras imágenes de StreetView como llegaron las cámaras fotográficas de colores desbalanceados de otras épocas o, mucho antes, las astutas películas históricas que ayudan a confirmar nuestras emociones y las direcciones políticas del presente. Pero tenemos hambre, pese a estar saciados. Padecemos de bulimia al fotografiar tanto como vemos.
Tomamos la imagen como metonimia del otro. No es nuevo. Hace años que la literatura captura, toma, arrebata y sustituye. En el caso concreto del relato, la imagen debe ser mucho más eficaz, por su escaso tiempo o, lo que es lo mismo, por su primacía. Se lo juega casi todo a un golpe de vista, no explica, sino que muestra imbricadas, acciones, emociones y detalles. Debe actuar la velocidad y la memoria, la narración y la mirada. Estas decisiones de qué mostrar, con qué sustituir, son tan importantes que debe sumergir la mirada del ojo en lo imaginativo para que después, si es lo suficientemente potente, el cuerpo se deje canibalizar. Porque no consiste en mirar, sino en descubrir, como no es mostrarse tanto como ser descubierto. Frente a lo insaciable en el consumo de la imagen, en este taller de lectura propongo detenernos a mirar, a recrear a partir de un cuadro las posibilidades que puede haber detrás, dejarnos llevar por la solidez de un solo espacio o de la sensación de habitar el cuerpo cuando no nos distrae una aglomeración de descripciones.
Para ello todo estará cosido por un hilo común, el libro Línea de penumbra, de Elvira Valgañón. Leeremos y analizaremos en total tres relatos de este libro, uno por cada sesión, y los compararemos con otros tres de diferentes autores. Cada uno de los cuentos de Elvira Valgañón parte de un cuadro y con este construye una historia y nos acerca al contexto de una obra de arte, de un maestro, de una época. Reproduce en palabras lo que esconde el cuadro, su poder de mostrar otras imágenes y otros puntos de vista. Los otros tres relatos son de algunos de los maestros del cuento hispanoamericano y funcionan como una oposición tónica, es decir, crean la imagen con palabras para fijar en la mente del lector los detalles que le permiten seguir la narración y darle una perspectiva diferente a lugares comunes como son el amor, la proyección, el fanatismo o los ideales.
De los seis cuentos, a parte de los tres de Elvira Valgañón, los otros autores serán: Julio Cortázar, Juan Rulfo y Virgilio Piñera. Cada sesión se compondrá de dos relatos que, después de ser leídos en intimidad, compartiremos y comentaremos.
PRIMERA SESIÓN: LOS QUE VAN A MORIR TE SALUDAN (7 DE FEBRERO DE 2022)
“El gánster melancólico” del libro Línea de penumbra de Elvira Valgañón. Pepitas de calabaza.
“Las Ménades” del libro Final de juego incluido en los Cuentos completos I de Julio Cortázar. Debolsillo o Alfaguara.
SEGUNDA SESIÓN: CAMINARÁS CONMIGO (14 DE FEBRERO DE 2022)
“Los primeros” del libro Línea de penumbra de Elvira Valgañón. Pepitas de calabaza.
“No oyes ladrar los perros” del libro El Llano en llamas de Juan Rulfo. Ediciones Cátedra.
“Las letras de su nombre” del libro Línea de penumbra de Elvira Valgañón. Pepitas de calabaza.
TERCERA SESIÓN: LOS OJOS VACÍOS (21 DE FEBRERO DE 2022)
“La carne” del libro Cuentos fríos de Virgilio Piñera. Ediciones Cátedra.
PROFESORA: Daniela Hernández Gallo
Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, posteriormente me doctoré en la especialidad de Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid. La poesía y el silencio musical en la literatura fueron mis temas de investigación. Descubrí la danza y la incluí en mi vida a través de Luz Arcas, coreógrafa de la compañía La Phármaco. Ese diálogo directo del cuerpo con el ritmo permite otra escucha, un estar más atenta a las intuiciones, a lo que pasa en el mundo, a los movimientos y sensaciones que surgen. He colaborado con artículos para la revista de diseño Abre el ojo y el portal para el lector Llanuras. En estos momentos soy profesora de Cuento Hispanoamericano en el Máster online en Lit. Hispanoamericana por la Universidad Pontificia de Salamanca y FIDESCU (Fundación para la Investigación y Desarrollo de la Cultura Española). He publicado mi relato “Ojos Negros” en la antología Arritmias. Antología de relatos de amor y música de la editorial Relee, también el cuento “Lección de música” traducido al chino para la revista electrónica Jardín no0, y actualmente espero concretar la publicación de mi primer libro de relatos mientras me sumerjo en un nuevo proyecto de escritura. Anteriormente he realizado otros talleres de lectura en la librería como Escribir de lado: nueve escritoras y el relato de su tiempo y Todos venimos de lejos. Relatos de la pertenencia.
